El proyecto instalativo, desarrollado en colaboración con la artista Claudia Pastomás en SistemaStudio, propone resignificar el espacio doméstico no solo como un entorno funcional, sino como un gesto simbólico que sostiene, protege y visibiliza la intimidad de las relaciones humanas. El hogar se presenta como refugio emocional, archivo sensorial y memoria compartida: una arquitectura de lo íntimo, donde objetos, gestos y cuerpos adquieren sentido por haber sido vividos.

En este contexto, los objetos domésticos trascienden su uso cotidiano y adquieren valor metonímico: no por lo que son, sino por lo que evocan. Se transforman en códigos íntimos, legibles solo por quienes los han habitado. La instalación recupera patrones tradicionales del mobiliario para establecer un vínculo visual y afectivo con un imaginario doméstico colectivo. Estos elementos, al ser recontextualizados, funcionan como un archivo silencioso que tensiona la memoria y la desaparición.

Los puntales, lejos de apuntalar estructuras físicas, destacan zonas cargadas de significación: una alfombra que guarda ecos, una luz persistente en un rincón, un gesto cotidiano repetido. Así, el visitante recorre el espacio como un mapa afectivo, marcado por estos dispositivos que señalan micro-escenarios de la experiencia íntima.

La obra se presenta como una propuesta site-specific en SistemaStudio, dialogando con el espacio y su historia. Se inscribe en una práctica artística centrada en los lenguajes de la memoria y el recuerdo como ejes de identidad individual y colectiva. La reflexión sobre los límites entre lo privado y lo común atraviesa todo el proyecto, generando un compromiso sensible que interpela al espectador.

Mediante distintos lenguajes y soportes, se prioriza una relación activa con el público, donde la interactividad no es un recurso decorativo, sino una forma de otorgarle agencia. La instalación se concibe como un dispositivo abierto, capaz de activar memorias y establecer vínculos emocionales entre quien observa, recuerda e interpreta.